Catana aterrizó en la vida de José María de Páiz a bordo de un tema de Facies (No me acuerdo de ti). Por aquel entonces, el escritor lanzaroteño todavía no sabía que aquel hombre era mucho más que un animal escénico: un hombre “con corazón de rock and roll, alma de poeta y espíritu rebelde”.
El primer largometraje que dirige José María de Páiz es un homenaje a la vida y a la obra de Carlos Catana (La Palma, 1963), una película que enseña cómo la música ha sido y será “un elemento transformador” en la vida de las algunas personas.
El discurrir de Catana por el mundo siempre ha seguido un hilo conductor tejido de poesía, búsqueda de conocimiento, creatividad y música. Del simbolismo francés a los autores de la generación beat pasando por las letras de Bob Dylan, Lou Reed, Jim Morrison o Patti Smith. Del punk-rock a los poetas palmeros Domingo Acosta Guión, Severo Martín Cruz y Félix Francisco Casanova. Catana nunca deja de explorar.
“Es una persona que está continuamente reinventándose. Me gusta mucho ese espíritu de rebeldía, de perseguir un sueño y creérselo, de seguir luchando con todas sus consecuencias —dice de Páiz— Tengo una cierta atracción hacia las minorías que nadan a contracorriente, que tiene la firme creencia de que el camino que eligen es el adecuado”.
A través de su propia concepción del mundo y de la mirada de su familia, de otros músicos y de periodistas musicales como Mario Alonso o Vicente Martín Abreu, Catana se va dibujando poco a poco en la pantalla. Primero como un niño que creció “libre y feliz” por los campos de Tazacorte; luego como un adolescente, inteligente, sensible y en constante estado de rebeldía, que chocó frontalmente con la sociedad palmera de finales de los años 70, conservadora e impermeable a la modernidad.