No soy un indignado, pero me gusta estarlo.
Me gusta el apuro, mi apuro solidario por llegar a fin de mes,
me gusta la mosca de perder el trabajo que no tengo
y me gusta del que lo tiene su discurso a cuenta de perderlo.
Me gusta la prima de riesgo, no tanto como las mías,
pero me gusta sin saber qué es, y me gusta desinteresadamente,
por cómo suena, por su misterio, por su inconstancia.
Me gusta el rescate, disfruto con él, lo saboreo, lo veo venir y lo abrazo,
como a un foráneo que anima la rutina, como a un viejo -en este caso- desconocido.
Me gusta la crisis, tan larga como falsa, tan profunda como prestada, tan nuestra como bastarda. Me gusta.
Y si no... ¿Qué?
Viernes, Julio 20, 2012 - 21:30
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