Partiendo de la sujeción del estudio y la experimentación, partiendo de las libertades del entretenimiento, el juego y el placer, partiendo de lo que podría no ser o parecer danza, observo mi cuerpo y numerosas relaciones que se despliegan ante mi cada día.
La danza me ha facilitado, entre otras cosas relacionadas con el arte y la mística, vivir mi cuerpo hacia el mundo y hacia el núcleo, con una conciencia que parece hacerse cada vez más clara, amplia, inteligente y humilde.
Cuando la balanza se inclina hacia la interpretación (casi siempre unida a la creación) soy exigente sin límites, trato de dominar la técnica que sea necesaria para las ideas que me rondan. Porque las ideas nos rondan hasta que entran, poco hay puramente propio en la creación. Con respecto a esta, a la interpretación, uno es atravesado. Atravesado por la danza, por el movimiento. Y ahí estás, dejando de ocurra. Y cuanto más abiertos y extendidos están cuerpo y mente, mayor es la sensación de libertad, de posibilidades factibles.
Cuando la balanza se inclina hacia la mística o espiritualidad viene dada por una contemplación que se va abriendo a si misma sin vanidades y que va diluyendo conceptos, diferencias, intenciones y un largo etcétera. Una práctica continua y el estudio profundo de diferentes técnicas de yoga me guían en esta extensísima y fascinante travesía que vive en el fondo de todas las cosas.
Por otro lado la tendencia de mis despistes siempre derrapa en la misma dirección, la contemplación de cuerpo, y ahí estoy observando el impacto de cada paso en las caderas o la extensión de tejidos que lo necesitan, deformando el tiempo a través del movimiento, corriendo para sentir otras velocidades, otras palpitaciones,….. es infinito.