Sangre, sudor y lágrimas

Solapas principales

Quizás no sea del todo acertado el orden de la tríada del título, pero son los componentes básicos de la travesía de la crisis. No le corresponde a la sangre ser líder, será la última, pero llegará. La primera es el sudor, que es donde estamos todavía, aunque consumiendo los recursos que algunos ahorraron y otros derrocharon, estos no quieren oír hablar de culpables, no fuera que un dedo les señalara. 

Los políticos que todo lo han destrozado son los primeros, pero disponen de los utensilios del poder para enmascararlo, disponen de las mejores sillas y acceso al dinero de los demás para disimular los errores y tienen delante a la gente dividida, que es la mejor arma para ellos. Los banqueros, los directivos de banca, que de banqueros no se ven, pasan de puntillas, con cara seria y respetable, algunos prejubilados de oro, sin recibir ningún golpe ni escupitajo. Los empresarios que se han endeudado en cantidades astronómicas para hacer pisos y para llevarse las fábricas, alabados para que no se pierdan puestos de trabajo o los creen, imposible cuando no hay compradores. Los trabajadores que se endeudaron para hacer realidad sus sueños de igualdad con los que más tenían. Los jubilados, seguros de su poder de voto que les garantiza hasta ahora la revalorización de sus ingresos. El sudor está presente ya para muchos de los que no han podido evitar la pérdida de su empleo, de ver su sueldo rebajado, de tener que hacer cuentas y más cuentas para adquirir los víveres. 

Poco a poco las lágrimas se abren paso, como corresponde al agua, lo que creían que se acabaría en un tiempo soportable, se convierte en interminable; los ahorros disminuyen hasta desvanecerse, las ayudas se reducen, la atención sanitaria disminuye, los medicamentos son más costosos. Sabemos de más y más conocidos y amigos que pierden el trabajo. Las explicaciones alentadoras ya no se pueden creer, no todos pueden irse a otros países a probar una suerte incierta. No se ve salida, y gente buena y digna se desespera y llora. 

Y el agua, con la rabia de la pobre gente, se irá tiñendo, tomando el color rojizo de la sangre. No está aquí todavía, pero sería bueno que los que mandan y conservan privilegios lo tengan presente, pues, cuando suceda, ellos no quedarán al margen, y entonces se arrepentirán de haber llevado al límite a la gente. Las palabras tecnocráticas no les servirán, las uniones europeas de los favorecidos no les pondrán a salvo. Que no llegue.

Fernando G. Jaén Coll es Profesor Titular Economía y Empresa. Universitat de Vic.

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