La cinta de Friedrich Wilhelm Murnau que cumplió un siglo el pasado 4 de marzo, es un hito en la era del cine mudo y una verdadera obra maestra del expresionismo alemán.
La adaptación no autorizada de la novela de Bram Stoker, se produjo un cuarto de siglo después de la publicación de Drácula en 1897. Desde entonces la imagen del vampiro interpretado por Max Schreck (conde Orlok) con orejas puntiagudas, profundas ojeras y espeluznantes colmillos sigue impresionando a muchos.
Empeñado en adaptarla al cine, Murnau decidió contar su propia historia de Drácula sin tener la autorización de Florence, la viuda de Stoker, quien era propietaria de los derechos de la novela. Cambió los nombres: el conde Drácula pasó a ser el conde Orlok; Jonathan Harker fue Thomas Hutter, y Lucy se convirtió en Ellen.
Sin embargo, el parecido con el relato del escritor irlandés no pasó desapercibido, la productora Prana Film terminó demandada y se fue a la quiebra. Un tribunal ordenó la destrucción de todas las copias existentes, pero lograron esconder algunas de ellas que fueron enviadas al extranjero, en donde permanecieron en filmotecas privadas.
Hace 100 años, Nosferatu definió el género de películas de vampiros, narrada con un detalle atmosférico inigualable que trascendió a la posteridad. Una de las imágenes más evocadoras es la silueta de Orlok subiendo la escalera, una sombra que se extiende a lo largo del género de terror luego de un siglo.
La cinta usó locaciones reales, pero las transformó con la cámara. Las tomas del ángulo bajo del vampiro mientras acechaba a las víctimas en un barco, lo hacían parecer abrumador. El genio de Murnau quedó evidenciado en la adaptación de su personaje, lejos de la elegancia y refinamiento del Drácula de Stoker.
Nosferatu debe situarse dentro de su contexto histórico para ser entendida. La sombra de la peste, la xenofobia y la Gran Guerra se cierne sobre él, al igual que su propia sombra furtiva, esa representación expresionista del mal que recae en el género vampírico.
De ahí la trascendencia de la cinta de Murnau, que está considerada por la crítica especializada como una de las más importantes películas del expresionismo alemán, al lado de filmes como El gabinete del doctor Caligari (1920), de Robert Wiene, y Metrópolis (1927), de Fritz Lang.
Nueva edición restaurada en alta definición por la Friedrich Wilhelm Murnau Stiftung, que no sólo es la de metraje más similar al original de 1922, si no que además, siguiendo la pauta de fragmentos de la época, restituye los virados y tintados originales aplicados por Murnau, quien rodó la película a plena luz del día siempre pensando en que posteriormente se aplicarían determinadas coloraciones. También en la presente edición se ha incorporado la música original del estreno compuesta por Hans Erdmann. "Nosferatu" fue una libre adaptación de la novela de Bram Stoker "Drácula" a la que se cambió el nombre para no tener que pagar derechos de autor. La viuda de Stoker logró que se reconociese la autoría y obtuvo una orden judicial para destruir los negativos y todas las copias de la película. Las copias distribuidas en el resto del mundo impidieron su total desaparición.